No me gustan las princesas


Hada madrina feminista: "Y convertiré la mopa y el cubo en una carrera que te llene y en una cuenta de banco, así que solamente te tendrás que casar si tú quieres"


Las niñas ya no quieren ser princesas...

Eso cantaba Joaquín Sabina a finales de los 70 y doy fe de que entonces era así. En aquella época yo quería ser Tarzán. No Jane. Quería ser el mismísimo Tarzán colgado de una liana con la mona Chita debajo del brazo y en el patio de un colegio de monjas exclusivamente femenino me peleaba con mis amigas por ser Harrelson, el protagonista de Los Hombres de Harrelson.

Si tomábamos como ejemplo para nuestros juegos a alguna heroína femenina optábamos por el fuego de pecho de Afrodita la de Mazinger Zeta, el humor de la Abeja Maya o el poderío de Los ángeles de Charlie, esas chicas detectives que se les apañaban ellas solitas sin esperar a que ningún príncipe azul viniera a resolverles los casos. Ah, y la jefa de la pandilla siempre era Pippi Calzaslargas, una jovenzuela de armas tomar como se puede observar en este fotograma algo viejuno de aquella serie sueca.


Por supuesto que veíamos (y hasta nos gustaban) las pelis de Blancanieves, Cenicienta o la Bella Durmiente. Fuimos las descubridoras de Hello Kitty y de la Barbie (de aquellos polvos vienen estos lodos) y hasta me confieso admiradora de la ñoña de Esther y su  mundo (sigo comprando sus historietas, glups) pero he de reconocer que a finales de los 70 la única princesa que molaba de verdad era Leia la de la Guerra de las Galaxias. a pesar de llevar dos ensaimadas pegadas a las orejas, Leia molaba mucho.



En aquella época las mujeres españolas empezaban a reclamar un nuevo protagonismo en una sociedad que despertaba tras una dictadura misógina. Supongo que el hecho de que en nuestros juegos infantiles no eligiéramos los roles femeninos tradicionales era tan solo el reflejo de ese cambio social

Por eso después de treintaytantos años de democracia me sorprende ver a la mayoría de las niñas del siglo XXI embelesadas con la estética del universo Disney, envueltas en tules de color rosa, con las uñas pintadas de purpurina, teniendo por gurú a la ínclita Violetta (protagonista de todo un culebrón de amoríos infantiles) y celebrando sus cumpleaños en sitios como Princelandia donde lo más es contratar el pack pedicura-manicura-peinados-masajes-maquillaje y finalizar con un desfile pasarela top model (literal según su web). Parece el sitio ideal para celebrar una despedida de soltera o una reunión de treintañeras pero resulta que la mayoría de sus clientas no superan los 8 años...

Si Simone de Beauvoir levantara la cabeza se volvía a caer de espaldas en su tumba pero, eso sí, con las uñas perfectas y unas mechas californianas tan bien dadas que no la iba a conocer ni Sartre...

A estas alturas del post más de una estará pensando que a qué me meto yo en este berenjenal de los nuevos gustos de las niñas si mi tendedero está invadido por calzoncillos. Vale, yo soy la única "niña" de mi casa (sin contar a la gata) pero a mi vera hay sobrinas, amigas de mis hijos y, sobre todo, amigas mías, muchas de ellas viejas rockeras, que asisten atónitas a la princesización de sus vástagas.

Tanto ellas como yo nos preguntamos cómo han llegado a convertirse al princesismo si en sus casas se las educa en igualdad con sus hermanos y sus madres son alérgicas al tul de color rosa...

El origen puede estar en algo tan simple como la humana tendencia a llevar la contraria a nuestros padres o en algo más complicado (y más peligroso) como los intereses comerciales de la industria juguetera. Da igual, tanto a estas madres de princesistas como a mi, lo que nos preocupa es que de los cuentos tradicionales y juegos infantiles nuestras niñas solo se queden con la parte más frívola y los modelos más sumisos.

Vale que Disney se ha esforzado un poco y han surgido personajes como Elsa, Rapunzel o Mérida, unas princesas aventureras con mucho carácter, pero al final lo que sigue imperando es ser la más bella y encontrar al príncipe de tus sueños. Solo te querrán por lo bella que eres. Ese es el mensaje que cala y vende mucho más. Como dice la psicóloga Mireia Trías en este artículoEl mito se ha convertido en producto.


Y, claro, como hay que ampliar mercado, el princesismo empieza a invadir otros ámbitos y todo tipo de juegos infantiles...

Entonces, echándome las manos en la cabeza en mitad de una juguetería mientras busco un regalo para una sobrina es cuando me pregunto:

¿¿¿Es necesario que todos los juguetes de niña sean de color rosa??? (¿a que así en color rosa impacta más?)

A un lado el universo multicolor de los juguetes de niño y al otro el monocromo mundo virado en rosa de los de niña. ¿Por qué diablos tiene que ser tooodo rosa? Los catálogos que nos dejan en los buzones son más de los mismo y, salvo en las honrosas excepciones de Imaginarium o Dideco, es complicado encontrar juguetes que puedan considerarse unisex.

No seré yo la que diga que los niños y las niñas tienen que jugar todo el tiempo a las mismas cosas. Está claro que cada sexo tiene sus preferencias pero siempre ha habido un punto de encuentro, algunos juegos en los que unos y otros participaban de igual a igual. Sin embargo, ahora resulta que hasta los Playmobil y los Lego, esos juguetes que compartíamos con nuestros hermanos varones, han sacado líneas de productos específicos para niñas...Por supuesto con las cajas de color rosa...

Las bicis y los patinetes también han sucumbido a la tendencia. ¿Por qué una niña no puede tener una bici roja, verde o azul? Claro que también podríamos preguntarnos por qué un niño no puede usar una bici rosa...

El marketing y la publicidad se han encargado de machacar tanto a los a unos como a las otras con eso de los niños con los niños y las niñas con las niñas que ni unas ni otros quieren salirse del patrón marcado. Si una niña no quiere ser princesa o un niño no quiere jugar al fútbol tiene un serio problema social en el patio del recreo (sé de lo que hablo).

Casi todo tiene versiones femeninas y masculinas... Lo último que me falta por ver es la versión girls del Monopoly, con Violetta en la foto de la caja, casitas de color rosa y un dado recubierto de purpurina y en el pasillo de enfrente la versión boys, con Cristiano Ronaldo enseñando dientes en vez de Violetta, casitas de todos los colores (menos rosa) y un dado en forma de balón de la Champions. Todo llegará (casi estoy por patentar la idea...).

A este paso casi no van a quedar juegos que puedan compartir niños y niñas. Bueno, de momento, siguen jugando juntos a los médicos. De momento... 

En fin, que lo que me preocupa a mi -y a algunas otras madres- es que si los juegos ejercen un importante papel socializador durante la infancia, es decir, que enseñan a los niños y niñas cómo actuar, a qué dedicarse y qué desear con esta invasión lo principesco tal vez se les esté lanzando un mensaje contradictorio con la aspiración a una sociedad más igualitaria y eso a la larga puede ser un obstáculo más en este camino. 

Por supuesto que no hay nada malo en el rosa, ni en los cuentos de princesas. A mi siempre me encantaron los cuentos de hadas pero no me gusta el modelo estereotipado de mujer dependiente que "venden" a través de ellos.  Esto no sería un problema si el princesismo fuera sólo una opción más de juego y no una especie de religión infantil que lo invade todo de una manera tan intensa. Además, aunque ahora las niñas sí quieran ser princesas (y Sabina se lleve las manos a la cabeza) no hace falta vestirse de tules rosas para ser femenina. Por eso digo aquí alto y claro eso de que

No me gustan las princesas

Ah, y como dice May Serrano en su post Una docena de razones por las que no ser una princesa a mi NO ME LLAMEIS PRINCESA PORQUE SOY LA REINA DE MI VIDA



CONVERSATION

2 comentarios:

  1. Hola María! Este tema es espinoso y nos tiene preocupados a muchos. Hace poco estuve leyendo acerca de las App que tenemos en los móviles y como las niñas sólo tenían de cuidar bebés, pintarse las uñas, maquillaje y vestir princesas...y lo peor es que es verdad.

    Como tú dices, parece que ahora hay más diferencias que antes entre niños y niñas o hay intereses en que las haya (en El Corte Inglés el año pasado en Reyes los juguetes de niño estaban en una planta diferente a los de niñas.....) y la ropa de niño y de niña viene toda de colores diferentes, haciéndonos la gracia a las familias numerosas... Parece que hay que dar explicaciones cuando un niño juega con algo de "niñas" (como el típico niño que juega en el parque con un carrito de muñecas tan tranquilo y viene la madre a decirte que como en casa no tiene....pues lo normal señora, no hace falta que me lo diga).

    A mi me gustan las princesas y me gusta el rosa lo reconozco pero no me gusta todo el marketing que se está aprovechando de la situación y que hace que los niños y niñas estén condicionados desde pequeñitos. Un saludo!

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    1. Confieso que en el fondo sí que me gustan las princesas, como a tí, porque soy una fantasiosa y hasta me compro para mi misma (ya que no tengo niñas) pijamas de Hello Kitty pero creo que a los del marketing juguetero esta diferenciación entre niños y niñas se les está yendo de las manos... Las consecuencias las veremos en un futuro no muy lejano a menos que los padres tomemos cartas en el asunto y en nuestra pequeña parcela educativa intentemos imponer el sentido común... Muchas gracias por pasarte por aquí. ¡Un beso!

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