ASUNTOS DE FAMILIA: familias numerosas

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Ya están aquí las vacaciones de verano...Ese momento en el que se hace más patente que este país está pensado sólo para familias con un niño o a lo sumo la parejita. Apenas hay hoteles con habitaciones en las que quepan más de cuatro personas y las familias numerosas nos vemos abocadas a reservar (y pagar) al menos dos habitaciones (y las de categoría especial a reservar prácticamente toda una planta del hotel de turno). Si ya es difícil veranear con un solo niño (con lo pelados que tenemos últimamente los bolsillos los españolitos de a pie) imaginaos con tres o más...

Pero yo no me resigno. Para los que nos gusta movernos más que los precios esto de ser muchos es un inconveniente pero no un impedimento y he descubierto algunos truquillos con los que he conseguido viajar con toda mi tribu a bajo coste, cual Willy Fogg de mercadillo.

Estos son algunos de ellos:

1. Acepta todas las invitaciones para visitar a parientes o amigos: Claro que sí, hay que aceptar hasta las invitaciones que se hacen con la boca chica... ¡Y si no que hubieran sido más prudentes y hubieran callado a tiempo! Casi todos tenemos alguna tía, primo, abuelo o amigo, residentes en otra ciudad (u otro país), de esos que vemos una vez al año y que siempre nos despiden con un típico tópico "A ver si nos vemos pronto otra vez" y con una inconcreta invitación a que los visitemos con toda nuestra family feber. Bien, pues hay que tomarles la palabra y hacer un desembarco respetuoso con mucho orden, avisando con tiempo, con viandas de la tierra y regalitos para el anfitrión/a pero ¡con toda la tribu!.

Así me he recorrido parte de España, Europa y hasta ¡Japón! pero, probablemente, donde más han disfrutado mis hijos es en casa de su tía abuela en Saint-Loup-de-Naud en un entorno que podría haber sido el escenario perfecto para un libro de aventuras de "Los cinco" ¿os acordais de las novelitas de Enid Blyton?

Ya sabéis, si no lo tenéis claro no me invitéis a visitaros porque juro que me presento con la tribu

2. Visita una web de apartamentos low cost por todo el mundo: Si no tienes una tía en Francia (o en Islantilla) esta es tu solución. Hay páginas de alquiler de apartamentos como AirBnB en los que encuentras verdaderos chollos. También están los clásicos aparthoteles y en algunos hacen descuentos a familias numerosas.

La Federación de Familias Numerosas incluye en su web una relación de algunos de estos alojamientos family friendly. El verano pasado estuvimos en uno de ellos: el hotel Holiday Inn Express Vitoria donde, sorprendentemente, nos dejaron meternos a los cinco en una habitación con solo dos camas de matrimonio por algo menos de 60 euros (aunque al día siguiente la recepcionista nos dijo "una y no más, Santo Tomás").

Y, por supuesto, siempre nos quedarán los campings. ¡Ah! Hazte también con unas buenas colchonetas hinchables, te darán mucho juego en la tienda de campaña y te sacarán de más de un apuro cuando en un hotel o apartamento no quieran ponerte la tercera cama supletoria

3. Busca Hoteles low pero que muy low cost (en Europa, claro, porque en España casi no hay): Por ejemplo los Hoteles Premiere Classe que en Francia, Polonia o Bélgica aparecen como setas al lado de las autovías o en el extrarradio de las ciudades. Aunque sus escaleras exteriores te recuerden a la inquietante última escena de la peli Poltergeist (cuando el padre sacaba el televisor de la habitación) lo cierto es que tiene habitaciones triples bastante apañadas, con baño privado, desde 26 euros la noche.

De este estilo también son los Ibis Budget (los antiguos ETAP) con hoteles por todo el mundo, incluido España.

4. Olvídate de los aviones y ponte al volante (o móntate en un tren): Pues sí, no queda otra. Las compañías áreas sólo están obligadas a hacer un descuento del 5% a las familias numerosas de categoría general y del 10% a las de categoría especial. Encima hay que hacer un montón de trámites para solicitar una rebaja que puede no superar los 4 o 5 euros por billete. De vergüenza. Conclusión: con los dos mayores hicimos algún viajecillo aéreo pero el pequeño lo más cerca que ha estado de un avión es cuando juega con la aeronave de sus playmobil.

Recupera el gusto por conducir y la libertad que te da parar cuando uno se hace pis o cuando el otro quiere vomitar (modo irónico on). Ningún sitio está lejos si te lo tomas con espíritu aventurero y te turnas al volante con el buenpadre.

Te lo dice una que ha llevado un monovolumen lleno de maletas y de niños hasta el norte de Francia (echando las cuentas nos salía más barato el gasoil y los alojamientos del camino que cinco billetes de avión...)

Y si no conduces siempre te quedará el tren. En ese medio de transporte sí que merecen la pena los descuentos: 20% para las familias de categoría general y 50% para las especial

5. Cómprate una nevera portátil: una vez solucionado el tema del transporte y del alojamiento ahora viene el avituallamiento. Por supuesto, eso de comer en restaurantes durante las vacaciones con la tribu está casi totalmente descartado y hay que dejarlo sólo para ocasiones muy señaladas o en caso de extrema necesidad.

Hazte con un kit completo de platos, vasos y nevera (de esas de toda la vida que llevaban las señoras con la sandía fresquita a Matalascañas). Busca un merendero ad hoc para desplegar tus achiperres y si no lo encuentras no pasa nada: un banco frente a la catedral de Salamanca también es una buena opción.

La nevera te permitirá dar a tu familia un menú un poco más variado pero como no siempre es posible recorrer una ciudad como París o Roma con una nevera a cuestas vete pensando en qué les vas a poner en el bocadillo, ese clásico menú de las familias sean o no numerosas.

¿Y tú, qué trucos conoces para viajar con tu familia y no arruinarte en el intento? Por favor, por favor compártelos y deja tu comentario.

Muchas horas, varios meses, alguna conversación y algo más de dos años dándole vueltas a esto de trasladar a la blogosfera parte de mis andanzas como madre. Días a los que les faltan horas, mucho trabajo, compromisos, pereza, miedo al ridículo y niños corriendo por la cocina que tropiezan con el cable del portátil y acaban con mi poca constancia en esto de darle a la tecla…

Pero hoy me he plantado. Hoy hace justo un año que mi madre se fue y su insistencia para que escribiera, para que convirtiera en palabras los miles de pájaros que pueblan mi cabeza, ha vuelto como un persistente recuerdo que no se me va de la mente. Hoy podría decir que soy una madre que ya no tiene madre pero no sería cierto. Cuestiones espirituales aparte, la sigo viendo cuando hago sus recetas, cuando repito las cosas mil veces, cuando contesto al grito de “me aburro” del pequeño con un “pues, cómprate un mono”, cuando discuto y digo esa frase mítica de “el mayor, el peor” para acabar luego abrazando a ese “mayor” que aún no ha cumplido los 9 años y, sobre todo, veo su mirada cuando cada mañana me asomo a los ojos verdes del mediano. Nunca dejamos de tener madre aunque ya no estén físicamente aquí. Siguen con nosotros su impronta, su forma de querer, su forma de educar y, más de una vez, también sus conflictos sin resolver…

Aquí me tienen. No sé muy bien si psicoanalizándome, cumpliendo una promesa pseudoliteraria, intentando dejar ordenados para la posteridad los recuerdos de la infancia de mis hijos, haciendo un pequeño esfuerzo por resolver cuestiones “provincianas” que otros blogs de madres más urbanitas no abordan o buscando mis cinco minutos de fama sin necesidad de apuntarme al casting de La Voz. Lo iremos viendo y quien me lea decidirá para qué va a servir todo esto

Esto no es una novela pero podría serlo. La vida supera muchas veces a la ficción y no habría historias sin personas de carne y hueso que las contaran

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