El discreto encanto de la vida en provincias


Hace unos días leí que, según un reciente informe de un portal inmobiliario, Cáceres es la segunda ciudad donde mejor se vive en España. Casi me caigo muerta de espaldas. En este ranking de buenavida solo la supera Ciudad Real que para los "expertos" del citado estudio es el colmo del vivir bien en este nuestro estado español. Ahí ya sí que me caí y luego me di la vuelta al carnero.

Tras las acrobacias me recompuse, seguí leyendo y comprobé que el listado de las 10 primeras ciudades de la buenavida lo completaban Ávila, que no obtuvo la primera posición porque hace mucho frío (sic),  Badajoz, Cuenca, Logroño, Albacete, Zaragoza, Valladolid y Pamplona.

Menos Zaragoza ninguna es una gran ciudad (solo dos o tres superan los 100.000 habitantes), tampoco están situadas junto al mar, salvo excepciones no tienen grandes dotaciones comerciales y solo algunas de ellas destacan como referentes turísticos o culturales... pero sí que tienen en común alquileres baratos, muchas horas de sol, bajo precio del agua, del IBI... y más escuelas y camas de hospital por habitante que el resto.

Ni Madrid, ni Barcelona, ni Manhattan...donde se vive bien es en provincias. Los palos del sombrajo caídos al suelo.

Después de esa etapa vital en la que me hubiera gustado ser Carrie Bradshaw apurando hasta el último sorbo de la noche neoyorquina o de esa otra en la que me veía a mi misma, Castellana arriba Castellana abajo, siendo una estrella del prime time televisivo que intenta no perder el puente aéreo para recoger en Barcelona el Premio Planeta o de la última fase en la que los de Españoles por el Mundo me ponían los dientes largos con esos países maravillosos y esos trabajos aún más maravillosos (pura fachada, ya lo sé),  ahora me doy cuenta de que he perdido el tiempo soñando con tontunas. ¡Con lo bien que se vive siendo una madre de provincias!

No es que ahora haya visto la luz gracias al informe de esta inmobiliaria porque ya os conté en su día que la gran ciudad no es para mí pero sí que me ha invitado a hacer una reflexión sobre el asunto. Efectivamente la vida en provincias a veces es encantadora pero hay otras que no. Por eso he decidido hacer mi lista personal sobre las cosas  provincianas que odio discretamente y esas otras que sí que tienen un discreto encanto.

Ahí van:


COSAS DE PROVINCIAS QUE ODIO DISCRETAMENTE: 


1. No tengo cerca un IKEA por el que pasearme los sábados, aprovechar el café gratis de la tarjeta IKEA Family y comprar esa estantería que me falta en la habitación de los niños. Además, la oferta comercial para una fashionista enamorada de la ropa es un tanto reducida.

2. Cuando tengo prisa me agobia sobremanera tardar media hora en recorrer 500 metros porque no hago más que encontrarme con conocidos... 

3. Desayunar de incógnito es un imposible. Esa imagen mítica de Audrey comiéndose ella sola un croissant en la puerta de Tiffanys es un imposible porque aquí como mucho te tomas unos churros mientras ves relojes en el escaparate de la Joyería Morales, a la vez que saludas a todo el que pasa (como ya he explicado en el punto anterior, aquí se conoce tooodo el mundo) y, encima, aguantas comentarios por lo bajini del tipo "qué hará esta ahí plantada ella sola comiéndose un churro...tan rarita como su padre". En provincias extravagancias las mínimas.

4. La vida en provincias puede ser encantadora pero casi nunca discreta. Ni te cuento lo que ocurre cuando quieres guardar un secreto. Por poner un ejemplo: sospechas que estás embarazada, te haces el predictor, te lo confirma pero no te quedas tranquila y decides ir a la matrona antes de contárselo a tus padres y demás familiares...¡Zasca! en la puerta de la consulta dos viejas conocidas del colegio que directamente y sin preguntar te dan la enhorabuena porque, claro, a la matrona no vas a ir a que te recete un antigripal. Si querías guardar el secreto hasta cumplir el primer trimestre vas lista. Mejor proclama ya un bando anunciando la buena nueva si no quieres que tu madre se entere de que va a ser abuela por la cajera del supermercado (Historia verídica).



5. En provincias la imaginación de la gente es desbordante. No necesitas vivir tu propia vida porque ya se la inventan los demás por ti. Siguiendo con el asunto maternal (que para eso esto es un blog del tema), puedo aceptar que sea difícil guardar el secreto de un embarazo pero lo que ya es el colmo es que te adjudiquen gestaciones que no son tuyas. Tengo una amiga, la más cosmopolita de las madres de provincias, que según el imaginario colectivo ha debido estar embarazada como unas ocho veces en los últimos 20 años pero a día de hoy sigue siendo madre de un único hijo que ya bordea la treintena. Ella misma hace tiempo que se tomó con humor el asunto en un monólogo impagable que puedes ver pinchando aquí.

Como dice mi amiga: Cáceres es una ciudad maravillosa, sin intimidad, pero maravillosa...

6. Odio discretamente no tener un aeropuerto cerca y que la oferta de trenes sea escasa y lenta... No hay grandes estrenos, grandes acontecimientos ni aparentemente grandes oportunidades laborales, tampoco se organizan eventos para bloggers de esos chulos como los que montan Madresfera o el Club de Malasmadres. Esto último me da mucha rabia.


COSAS DE PROVINCIAS QUE SÍ TIENEN UN DISCRETO ENCANTO

1. Ya lo han dicho los del informe de marras: en provincias los alquileres son más bajos. El IBI y el agua también y, además, se puede ir andando a muchos sitios (no a todos). En mi caso vivo en pleno centro y los edificios que rodean mi casa son Patrimonio de la Humanidad y, para seguir poniendo dientes largos, tengo el campo al lado. En vez del tráfico me despierta cada mañana el gallo de mi vecino que tiene los biorritmos un poco alterados porque a veces canta a las dos de la madrugada (esto ya no mola tanto). Ah, y cuando nos vamos de fin de semana nunca nos encontramos un atasco ni de salida ni cuando regresamos. Chincha rabiña.

2. Adoro discretamente recorrer la parte antigua y las calles del centro mientras que las tiendas hacen una pausa de ¡tres horas! al mediodía (nunca he entendido que sigan este horario en pleno invierno) y los transeúntes habituales deciden quedarse en sus casas mientras yo paseo en soledad y me siento turista en mi propia ciudad.

3. Me encanta sacar a la gente la filiación y el árbol genealógico. Me da igual que sean los compañeros de clase de mis hijos, el fontanero, la enfermera que te pone la vacuna o el vendedor del Círculo de Lectores... Siempre acabamos teniendo algún primo en común y eso reconforta. Así sabes donde tienes las raíces o como poco te entretienes un rato y le das a la sinhueso (una que es mudita...).

4. Es cierto eso que dicen de que criar niños en una ciudad pequeña es más humano. Normalmente sueles tener a la familia más a mano. Todo está más cerca y las guarderías son más baratas.

5. Esto de que casi todo el mundo se conozca a veces es un peñazo pero otras aporta un plus: es más fácil encontrar una canguro de la que fiarte. Siempre hay alguna amiga, vecina o conocida que tiene sobrinas encantadoras que se quedan con tus hijos mientras tu sales con el padre de provincias a recorrer los antros de la nocturnidad. Las chicas de Sexo en Nueva York iban a restaurantes y pubs maravillosísimos pero si yo viviera en Manhattan y tuviera hijos seguro que no encontraría con quien dejarlos (o no me fiaría de nadie) y, al final, acabaría pasando el sábado noche dormitando frente al televisor.

6. Aunque aquí no se estrene El Rey León ni tengamos el Museo del Prado eso no significa que no haya una oferta cultural bastante más amplia de lo que algunos se piensan. Esto no es Montmartre pero pequeñas ciudades como Cáceres (Centro de Artes Visuales Helga de Alvear) o León (MUSAC) albergan verdaderas joyas del arte contemporáneo que no tienen nada que envidiar al Museo Reina Sofía. Aquí no hay FNAC pero en una sola semana te puedes encontrar con que se te acumulan las presentaciones de libros y, aunque algunos solo vayan a comer canapés a las inauguraciones, se hace un esfuerzo por mantener la agenda de eventos con entradas más asequibles que en otros sitios. Ah, al igual que otras ciudades de la lista como Logroño somos Capital Española de la Gastronomía. No olvidarse de eso que lo del comer es muy importante para llevar una buenavida.


Vamos, que como veis al final sigo siendo una chica de provincias, una Carrie Bradshaw de la calle Caleros con familia numerosa que en vez de una columna en el The New York Star tiene este blog donde os cuento mis desvaríos provincianos.

Aunque tengo mis crisis y hay días en los que me gustaría largarme lo más lejos posible al final siempre acabo retornando a mi quiet town, la ciudad tranquila de la que habla Josh Rouse, una canción preciosa que os dejo aquí para que os entretengáis un rato. Por cierto, el video está rodado en Altea (Alicante) pero el parecido con mi calle es asombroso. Muy identificada.


 

¿Y vosotros? ¿Sois también chicas/os de provincias? ¿Qué os gusta y qué os disgusta de la vida en vuestras  ciudades? Ah y no penseis que por vivir en Madrid, Barcelona, Londres o Moscú no podéis participar porque al final de provincias somos todos. Espero vuestros comentarios



CONVERSATION

9 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo contigo. Eso sí, Cáceres al menos es bonito, pero Badajoz ¿en serio? En cualquier caso yo ahora estoy en la fase de odiar discretamente más que adorar, la verdad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también paso por esas fases. Unas veces odio la vida en provincias y otras reconozco que muchas de las cosas que hago (y que tengo) serían inviables en una gran ciudad...Y respecto a Badajoz, bonita, lo que se dice bonita no es...¡pero tiene El Faro! Jajaja!

      Eliminar
    2. ...y además de El Faro, probablemente Badajoz sea una de las ciudades de tamaño medio mas agradables para vivir y con mas servicios. Un beso para mis vecinos pacenses!

      Eliminar
  2. Hola María! Yo estoy muy de acuerdo con el estudio y además siempre he pensado que en Badajoz se vive bastante bien (dejando a un lado lo de bonito o feo). Por ejemplo, cuando estuve una temporada en Madrid, me pareció que aquello no es calidad de vida: salir de casa por la mañana y no volver hasta por la noche, atascos kilométricos, tienes que arreglarte 3 horas antes porque si no no llegas...

    Eso sí, echo de menos un IKEA (jeje) y un AVE!! Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues si, Sofía, yo también echo de menos un Ikea y, sobre todo un AVE...Al menos en Badajoz tenéis el Decathlon y una oferta comercial mejor que la de Caceres jeje!
      De todos modos la ventaja que si que tenemos frente a las grandes ciudades es que el tiempo nos cunde mas y eso, al menos para mi, suple con creces a todo lo demás. Un beso, paisana!

      Eliminar
  3. Jaja, cuánta sonrisa en mi cara leyendo este post.
    La verdad es en como en provincias, especialmente en Cáceres, no se vive en ningún sitio. Os envidio profundamente. Es cierto que ciudades más grandes brindan muchas oportunidades, tanto profesionales como culturales, etc. , y más intimidad, claro, pero el tiempo, que ahora es mi bien más apreciado, eso sólo lo tienes en una ciudad pequeña, para ti, y para los tuyos. Y nada puede estar por encima de eso, bajo mi modo de ver. Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Ana, siempre echamos de menos lo que no tenemos y yo envidio las oportunidades profesionales que ahora mismo me brindaría una gran ciudad y me encantaría poder ir a esos grandes eventos por los que tu andas pero a la vez reconozco que si aquí tengo la sensación de que a los días le faltan horas si viviera en Madrid igual me acababa dando un parraque... Difícil equlibrio este... Un beso y mil gracias por pasarte por aquí!

    ResponderEliminar
  5. Ummm, para las que teneis fases de odio a nuestras pequeñas ciudades la solucion pasa por hacer lo que hice yo. Tras 10 años en la capital del reino, en los que disfrute muchisimo, me di cuenta de que la edad se me echaba encima, de que cada vez tenia menos tiempo para ir de estrenos/museo/teatros/visitasvarias y que incluso veia a mis amigos de higos a brevas y porque quedabamos con mucha antelacion y preparacion para coordinar agendas. Asi que recogi mis bartulos y, como dicen: "a tu tierra grulla, aunque sea con una pata". Solo me arrepiento de mi vuelta al terruño en el plano laboral, alli tenia un trabajo de lujo en una multinacional increible, y aqui soy una mama en paro, pero se que en el resto de cosas, comenzando por la calidad de vida, he ganado. Tengo clarisimo que en Madrid no hubiera podido ni siquiera plantearme ser madre de 3 hijos maravillosos, y eso hace que el cambio haya sido para mejor. Besitos a todas las mamas de provincias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, el lastre que tenemos en provincias son las pocas oportunidades laborales y no crecer en tu carrera profesional. Esa es de las pocas espinitas que aún se me clavan por vivir en una ciudad pequeña pero en lo personal compensa. Yo también creo que si hubiera vivido en Madrid con mi profesión de locos y sin familia que me echara una mano no me hubiera atrevido a tener tres hijos por lo que al hacer balance me alegro de haberme quedado aqui. Un beso enorme

      Eliminar

Este blog se alimenta de comentarios ¡Muchas gracias por participar!

Ir arriba