La familia y uno más ¡Tengo un gato en casa!




Éramos pocos... ¡y parió la gata de la vecina! Tras una resistencia numantina a poner una mascota en la vida de la tribu tengo que reconocer que mis hijos me han comido el terreno y hace unos días hemos acabado adoptando a esta gatita morocha -hija de una gata del barrio- que aumenta nuestra ya numerosa familia y que, para qué negarlo, me tiene enamorá. 

Juré y perjuré que se habían acabado los animales en casa cuando hace más de una década murió mi último gato con 19 años cumplidos (el equivalente a un humano centenario). Decidí entonces que por un tiempo quería tener las tapicerías perfectas, las cortinas en su sitio, los cojines libres de pelo y libertad para viajar sin pensar en quien se haría cargo del animal en mi ausencia. 

Se acabaron las responsabilidades mascotiles, me cambié de casa, renové el mobiliario y me puse a tener cachorros humanos. Ahí estaba yo tan feliz disfrutando de mi casa colocada sin butacas deshilachadas cuando mi propia manada creció y se puso a saltar en el sofá impoluto, a repartir juguetes por todos los rincones, a pintar en las paredes y a rallar puertas... 

Primera grieta en mi promesa anti-mascota.

Cuando la casa ya estaba patas por alto empezaron las preguntas inquisitivas: ¿¿Mamá, porqué no tenemos un perro...o un gato...o una cobaya...o lo que sea???  Esto repetido en bucle taladrándote el cerebro día sí y día también. Muy cansino.

Segunda grieta en mi posición anti-animalista que intenté tapar con el pegamento de esta reflexión:

¿¿¿Pero cómo voy a tener animales si ya tengo niños??? Fue lo que pensé cuando empecé a recibir  las presiones de la tribu. ¡Si no doy abasto atendiendo a los humanos cómo me voy a echar encima un cargo animal!

Total que seguí haciendo oídos sordos a la cantinela de la mascota hasta que Tomasito, adoptando el método Stanivslasky, empezó a transformarse cada noche en un perro o en un gato, según le pareciera. Comía del plato directamente con la boca, subía a la cama a cuatro patas, solo maullaba o ladraba (imposible mantener una conversación humana con él), se te enroscaba entre las piernas para frotar su cabeza contra tu pantorrilla y el beso de buenas noches, obviamente, era un lengüetazo. 

Así un día y otro día...Y un mes, y otro mes... Os prometo que no exagero ni esto es una licencia literaria. Su mimetismo con los movimientos y el comportamiento de gatos y perros es sorprendente y ha estado haciendo tooodas las noches lo mismo durante meses. 

Tercera grieta y mi promesa cayó hecha añicos. No fuera a ser que tuviéramos que acabar llevando al niño al psicólogo (o a Broadway).

Hace unas semanas mi vecina me contó que su gata acababa de parir y no sabía qué hacer con los gatitos. Como yo ya estaba ablandada y al padre de provincias le gustan bastante los animales le dije que me quedaba con uno pero para criarlo en el patio sin que entrara en casa. 

JA-JA-JA-REQUETE-JA

Esa promesa me ha durado dos segundos. Como hace mucho frío y la gata es pequeñita me ha dado pena expulsarla. Aquí la tengo a mi lado mientras que escribo: durmiendo en mi sofá, afilándose las uñas en todo lo que encuentra y haciendo mil monerías.

Después de un referéndum hemos decidido llamarla Agatha y de apellido no sé si Christie por lo curiosa que es, Ruiz de la Prada porque está como un cencerro o Lys porque es toda una seductora... 



La tribu está feliz como una perdiz y los padres de provincias también lo estamos. Juegan con ella a todas horas y están aprendiendo a cuidarla. Me ha costado decidirme pero al final reconozco que era un error privar a mis hijos de algo que yo sí disfruté cuando era pequeña porque mi madre adoraba los gatos. No está mal dar continuidad a toda una dinastía de amor por los felinos aunque sea a costa de tapicerías arañadas.

En fin, que ya somos uno más la familia y dejo de ser la única hembra de la casa. Mola tener un poco de compañía femenina aunque sea gatuna.

¿Tenéis animales en casa? ¿Cómo os las apañáis con ellos? ¿se hacen cargo vuestros hijos de las mascotas?

Espero vuestros comentarios


CONVERSATION

7 comentarios:

  1. Los he tenido y me encantan, pero creo que no los volveré a tener nunca. Claro que, ya sabes, nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre.
    La gata es una preciosidad.

    ResponderEliminar
  2. Eso mismo dije yo...¡Y aquí estoy criando de nuevo a un gato! Efectivamente, nunca digas de este agua no beberé jeje

    ResponderEliminar
  3. Cruzo los dedos para no beber de esa fuente... jurjurjur, aunque he de admitir que los animales sacan lo mejor de los niños ya que disfrutan un montón.
    ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nunca digas nunca jamás jaja Es verdad que sacan lo mejor de los niños y en mi caso me está ayudando a acercarme mas a mi hijo mayor que ha asumido el cuidado de Ágatha sin que nadie le haya dicho nada.
      Gracias por leerlo y comentar!

      Eliminar
  4. Yo no tengo niños, pero sí perro. Hasta cuatro he llegado a tener al mismo tiempo. Me queda Eros, un labrador precioso del que no podría prescindir. Conozco muchas familias que conviven con mascotas y te aseguro María que los peques se vuelven más generosos y más responsables, aunque te toque lidiar con ellos de vez en cuando para que no olviden sus obligaciones animalísticas. ¡Todo un acierto haber adoptado esa gata tan cuqui!

    ResponderEliminar
  5. Yo no tengo niños, pero sí perro. Hasta cuatro he llegado a tener al mismo tiempo. Me queda Eros, un labrador precioso del que no podría prescindir. Conozco muchas familias que conviven con mascotas y te aseguro María que los peques se vuelven más generosos y más responsables, aunque te toque lidiar con ellos de vez en cuando para que no olviden sus obligaciones animalísticas. ¡Todo un acierto haber adoptado esa gata tan cuqui!

    ResponderEliminar
  6. Yo no tengo niños, pero sí perro. Hasta cuatro he llegado a tener al mismo tiempo. Me queda Eros, un labrador precioso del que no podría prescindir. Conozco muchas familias que conviven con mascotas y te aseguro María que los peques se vuelven más generosos y más responsables, aunque te toque lidiar con ellos de vez en cuando para que no olviden sus obligaciones animalísticas. ¡Todo un acierto haber adoptado esa gata tan cuqui!

    ResponderEliminar

Este blog se alimenta de comentarios ¡Muchas gracias por participar!

Ir arriba