Cómo hablar de corrupción con los niños

Mis hijos aún no tienen ni idea de lo qué pasó en las guerras púnicas, sólo saben que black significa negro, que las madejas están hechas de lana y la única enredadera que conocen es la que trepa por el jardín.

Desconocen el significado de la palabra corrupción aunque fonéticamente les suena fatal  (intuitivos que son…) pero en las últimas semanas  los titulares de los telediarios que se cuelan entre Doraemon y Bob Esponja o las conversaciones de los adultos que escuchan fortuitamente han dado pie a algún que otro comentario.



Tengo que reconocer que en un principio se me hacía un poco difícil explicarles todo este fango a unos niños de 5, 7 y 9 años pero al ritmo que se van encadenando los casos de corrupción así como los usos y abusos de la cosa pública en esta España mía (esta España nuestra) comprendí que ahora más que nunca era necesario tener con ellos una charla sobre la honestidad en la vida pública.

La oportunidad me llegó cuando la otra tarde mi hijo mayor me explicaba cómo es el sistema de elección del delegado de su clase. Habitualmente usan el método “comunidad de vecinos”. Es decir, que cada semana le toca a uno siguiendo el orden riguroso y alfabético de la lista. Así todos pasan por la experiencia, quieran o no, y aprenden a tener alguna responsabilidad. Muy ecuánime,  muy igualitario y sobre todo, muy exento de polémica: todos prueban las mieles del poder  pero también todos pringan con las “obligaciones del cargo” cuando, por ejemplo, les toca vigilar al resto y apuntar en la pizarra quien habla.

Sin embargo, como una clase de cuarto de primaria de un cole español no es ni un koljós ni un kibbutz el problema llega cuando el curso avanza, pasan de la semana 26 o 27 y aún queda algo más de un mes para terminar las clases. Lógicamente, la lista de candidatos obligatorios a delegado se agota (a pesar del aumento de ratio en las aulas…).

Pensaréis que lo lógico es que se de la vuelta a la lista y que otra vez  se empiece desde el primero pero no. No lo hacen así. Por lo visto, según mi heredero mayor, eso es impensable porque habría algún niño que le tocaría ser delegado dos veces en el mismo curso y a otros solo una:

-           - “¡Mamá, eso sería muy injusto!”

Ahí  es cuando descubren la democracia (con sus vicios y sus virtudes) y deciden por sufragio universal quien es el delegado de la clase.

Resulta que a finales del curso pasado el delegado elegido por aclamación popular fue mi propio vástago ( y yo voy y  me entero seis meses después…). Cuando me lo contó me sentí  tan orgullosa como si fuera la madre de Obama y me picó la curiosidad sobre las razones de su elección. Yo emocionada pensando que estábamos fundando una dinastía como la de los Kennedy (yo también fui delegada de mi clase...), regodeándome en la madera de líder de mi retoño, en su pico de oro para soltar discursos electorales y ganarse a sus compañeros...pero no. La razón de su éxito fue algo tan sencillo como la sinceridad, algo que se echa de menos en estos tiempos que corren: 

-         - “Mamá, me votaron porque cuando fui delegado por el orden de la lista prometí que cuando me tocara vigilar a la clase apuntaría mi nombre en la pizarra si yo también hablaba y lo cumplí…Otros también lo prometieron pero luego no lo hicieron…”.

Vamos, que el chaval dijo aquello de “puedo prometer y prometo” pero además cumplió su compromiso. Y yo, claro, con la baba caída y rezando para que mantenga esa coherencia y honestidad cuando crezca.

De ahí partió una conversación sobre cual es el comportamiento que se espera de uno cuando se tiene una responsabilidad y como se tiene que gestionar el dinero de todos aunque sea un simple fondo para hacer un pastel entre todos los compañeros de clase.


Os tengo que decir que me ayudó muchísimo en la charla el post del psicólogo Carlos Pajuelo en su blog Escuela de Padres en el que escribe sobre como explicar la corrupción a nuestros hijos. Relata de una manera muy gráfica como un grupo de niños pone 1 euro cada uno para hacer una tarta y, a la hora de comenzar a comprar los ingredientes, a la niña encargada de ir al súper se le ocurre que en vez de comprar harina de repostería, que sólo necesita un kilo, la coge de la despensa de casa, y se ahorra así 1,35 euros. Luego, para la mantequilla, que habían seleccionado la mejor del mercado de 9,5 euros el kilo, le dice a sus amigas que les da 1 euro si traen la mantequilla de sus casas y una de ellas le dice que un euro es poco y entonces le dice que en vez de traer mantequilla traigan margarina que vale menos dinero... Así suma y sigue hasta que finalmente hacen una tarta casi incomible…Leed el post porque merece la pena.

En fin, el caso es que con ese ejemplo me fue fácil explicarles cuales son las consecuencias de quedarte con dinero que no es tuyo, de utilizar mediante engaño materiales que no son tuyos, usar peores materiales que los que ofreciste... Creo que les quedó claro que, aunque a escala infantil, ese es el comportamiento de un auténtico timador, un ladrón, un corrupto...

Habrá quien piense que no son temas para unos niños pero educar en la honestidad es ahora más importante que nunca. El alcalde que se embolsa una comisión ilegal, el empresario que la paga, el presidente que oculta su fortuna en Suiza, el que abusa de los privilegios de su cargo o la cantante que defrauda a Hacienda también han sido niños. Aunque algunos se empeñen en llamarlos casta, han surgido de la misma sociedad en la que vivimos todos y la mayoría de ellos han sido educados en una familia aparentemente normal. No vienen de Marte (ni de Venus). Hay corruptos en todos los órdenes de la vida al igual que también hay gente honrada.

Lo que está claro es que, ante la avalancha de casos de corrupción que se agolpan en las puertas de los juzgados, en esta sociedad de la que todos formamos parte algo ha fallado . Las cosas no se han hecho bien y ahora hay que habilitar los mecanismos para corregirlas, hacer reformas en nuestro sistema democrático para evitar las tentaciones de meter la mano en la caja y obligar a justificar hasta el último céntimo de dinero público.

Todo eso está muy bien y hay que hacerlo pero de nada servirá si no hay un cambio profundo en la mentalidad de la sociedad (algo hacia lo que creo que vamos avanzando) y todo esfuerzo será en vano si no usamos el arma más poderosa y cargada de futuro que tenemos en nuestras manos: LA EDUCACIÓN.

¿Y vosotros cómo lo hacéis con vuestros hijos? Me encantaría que dejarais más abajo vuestro comentario y entre todos encontráramos nuevos caminos para educar a los niños en la honestidad.

CONVERSATION

2 comentarios:

  1. Hola!!!! Qué interesante, yo tengo hijos mayores y nos comunicamos muy bien siempre, pero creo que es cuestión de hacerlo desde pequeños, es muy importante explicarles las cosas, de un modo adecuado a su edad. Lo de la honestidad es muy importante, me ha gustado mucho el tema de tu hijo como delegado, es graciosa la anécdota pero tierna también. Mis hijos fueron delegados en bachillerato y yo también me sentía la madre de Obama,jeje. Si les hablamos de la honestidad con naturalidad, y de la corrupción con palabras sencillas, dejando claro que es malo pero sin dramatizar todo irá fluyendo. Un besín, perdona el rollo y me ha encantado el blog.

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    1. Tienes mucha razón en lo que dices sobre la naturalidad y la sencillez a la hora de explicar estas cosas. Además, hablas desde la experiencia y eso es un valor seguro.¡Muchas gracias por pasarte por aquí y participar!

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