El síndrome del nido lleno

A principios de julio dejé al mayor de la tribu instalado en su primer campamento de verano: un campus de baloncesto en Jaraíz de la Vera donde iba a estar una semana.



Después del estrés de marcar hasta los calcetines con la divisa de nuestra “ganadería”, preparar macuto o similar, buscar infructuosamente mi antiguo saco de dormir, tener que pedirlo prestado, ir a buscarlo a casa de la abuela, comprar unas chanclas nuevas que no le queden pequeñas, ponerle las viejas al mediano (eterno heredero…), recoger al primo de su edad que le acompañaba en esta primera aventura, viajar hasta Jaraíz, leerles las “pertinentes”, etc, etc, lo dejé instalado con otros 100 niños y me metí en el coche de vuelta.

Según íbamos enfilando la carretera de regreso a Cáceres, se me vino a la cabeza la imagen de mi madre montada en el R-21 de mi padre secándose la lagrimilla mientras escuchaba el “Así estoy yo sin ti” de Joaquín Sabina tras depositarme en mi primera residencia universitaria (hace más de 20 años Salamanca estaba lejísimos de Cáceres). Ella me confesó en su momento cómo se había sentido y con mi inconsciencia de los 17 años me pareció un tanto exagerada.

Ahora tengo que confesar que, aunque no soy de lágrima fácil y hace tiempo que no escucho esa canción de Sabina, al  echar un vistazo al monovolumen con un asiento vacío y cuando llegué a casa ver una litera libre en la habitación de la tribu me hizo tener un punto nostálgico que casi me hace soltar el trapo, sobre todo cuando me di cuenta de que esa noche daría un beso menos de buenas noches… aunque lo lancé al aire para ver si así volaba hasta esa otra litera en la que mi niño grande dormía arrullado por las gargantas de la Vera...



Pero ese estado de corazón encogido y esa sensación de que el nido se empieza a vaciar me duró poco.

Al día siguiente la intensidad con la que viven la vida sus hermanos colmó mi paciencia y desapareció el amago de síndrome. La preocupación por si se lo estaba pasando bien también se calmó viendo las tropecientas fotos que mandaban los organizadores del campus.

Son las cosas de las nuevas tecnologías y de que mi hermano fuera el director del asunto. Si, vaaale, ya sé que vuelvo a jugar con ventaja. Diréis que así como voy a estar preocupada si el muchacho estaba amparado por su tío y padrino, su tía, sus primos pequeños y hasta una tía abuela que fue un par de días a impartir un taller de teatro...Pues sí, son las ventajas de pertenecer no ya a una tribu sino a todo un clan pero quiero dejar claro que no me aproveché de la coyuntura y no di nada la lata con llamaditas y wasaps. 

¿Para qué? Yo me iba con 8 años 15 días de campamento y el único contacto con mis padres era la visita que te hacían el día familiar. Ni una llamada ni una postal y yo más feliz que una perdiz fuera del nido. Está visto que la mejor noticia es no tener noticia.

En fin a lo que íbamos, que pensaba que me iba sentir un poco sola pero ¡no sabía lo que podían dar de sí los dos que se quedaban en casa! Más calmados, eso sí, porque sin el mayor haciéndoles de rabiar la vida era un pelín más llevadera pero con el mismo ritmo de todos los días, con la misma escasez de horas para atender familia y trabajo y con la misma sensación de tener la casa llena de gente...

 ¿He dicho llena de gente? Gente, lo que se dice gente, fue lo que vino un par de días después. Mientras que mi heredero mayor metía canastas y recorría los pasos de Carlos V por Yuste aquí una servidora y el buenpadre hacíamos frente a los preparativos y primeros actos de la programación de festejos con motivo de las Bodas de Oro de los buenos suegros. 



50 años de matrimonio y ¡¡¡50 primos hermanos!!! con los que comer, cenar y confraternizar durante tres días.

Conclusión: Los “pájaros” del siglo XXI siempre acaban volviendo al nido aunque sólo sea para picotear en la nevera de la “madre pájara”.

No exagero, es rigurosamente cierto: el buenpadre tiene alrededor de 52 primos carnales, además de 4 hermanos. Reconozco que no invadieron “mi nido” sino el de mi suegra (que, como veis, después de 50 años aún no ha conseguido vaciarlo) pero contribuyeron a que desechara totalmente la ligera desazón que me causó el hecho de que mi pajarillo hubiera echado a volar. Además, volvió a tiempo del campamento para felicitar a sus apes y liarla parda con sus primos mientras los demás brindábamos por la feliz pareja de oro.


Está visto que tengo una tribu que pertenece a un clan… o mejor dicho, a dos clanes, uno por parte de padre y otro de madre (que hoy también celebramos con otro buen puñado de primos y tíos el 40 cumpleaños de mi prima casi hermana…¡¡¡Felicidades Cristina!!! ).

En fin, ya lo he explicado otras veces…esto de ser más que los de Egipto tiene algunos inconvenientes pero también proporciona compañía, ayuda, apoyo, mucha diversión y ¡mucha gente! Así el nido siempre está lleno. No te dejan ni espacio físico ni mental para darle vueltas a las cosas.



Aunque después de estos follones os confieso por lo bajini que no me importaría naaada disfrutar del nido vacío durante 15 días y mandar a los tres herederos a la vez de campamento de verano (o a la isla de Supervivientes y yo quedarme en la península como Jorge Javier) pero para eso aún me quedan unos añitos…

CONVERSATION

1 comentarios:

  1. A mí me queda tan lejano lo de los campamentos, ufff.
    Yo también soy de clan, y me encanta, adoro nuestras reuniones familiares.

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