Tras tres años
sin poder asistir a las fiestas de fin de curso de mis hijos por el
absorbimiento laboral que me embarga, el
pasado jueves, 19 de junio, hubo una alineación planetaria que permitió que en el
mismo día ocurrieran dos grandes acontecimientos en este país: la coronación de
un nuevo rey por la mañana y mi asistencia por la tarde al folklore con el que
despiden el curso en el cole de mi tribu ¡¡¡Bieeen!!!
Lógicamente, tenía
que escribir sobre tan relevante hecho (del hecho de la tarde, claro, que del
de la mañana cortesanos y republicanos ya han escrito una enciclopedia). Según
se me iban ocurriendo algunas ideas en los lugares más insospechados, intentaba
tomar notas en el móvil para que no se me olvidaran… pero, hete aquí, que cuando tecleaba la palabra fin el maldito corrector del iphone me
la cambiaba por Gin y ahí comenzó mi
desbarre mental… (como todo lo que me
pasa sé que es poco creíble pero a Apple pongo por testigo que es verdad verdadera)
Vamos a ver, si
mi corrector opta por la palabra Gin
en vez de Fin eso significa que en
los últimos días (o meses o…¡¡¡años!!! he escrito en mi whasap o en mi bloc de
notas más de tropecientas veces la versión apocopada del licor espirituoso de
la reina Ginebra. Toda una declaración de intenciones y una nueva constatación de que soy miembro de honor del Club de Malas Madres. Primera reflexión y
primera observación: las malas madres no
van a fiestas de fin de curso, las malas madres van a fiestas de Gin de curso (y si son con tonic mejor).
Pero antes de ir
a la fiesta (sea de Gin o de Fin) hay
que resolver el tema del vestuario de los artistas y eso, en mi caso y en el de
alguna que yo conozco, sí que es peliagudo porque las malas madres no cosen refajos para bailar la jota aragonesa
aprovechando las cortinas del dormitorio del campo de la Tía Mari ni te apañan
un disfraz de chinito de la Dinastía Ming que para sí quisiera el diseñador de vestuario de “El último Emperador”.
Las malas madres no cosen disfraces de chino sino
que lo compran en el chino o si viven en Cáceres en Kike's.
Claro que eso se puede hacer sólo en el caso remoto de que se hayan enterado
con tiempo de cual es la indumentaria que tiene que llevar su prole en la función...si no se aprovecha en el último momento lo que haya por casa porque
seremos malas madres pero imaginación tenemos un rato y con foulares de la
buenabuela, con un bigotito pintado con lápiz de ojos o con un poco de gomina del buenpadre se puede
improvisar cualquier look…
Una vez resuelto
el asunto del atrezzo llega el momento de hacer la entrada estelar en el patio
del cole o salón de actos preparado ad-hoc para el fin de curso. Ahí las malas madres solemos tener un pelín de miedo escénico porque en
estas fiestas no solemos conocer a nadie (o a casi nadie) porque una mala madre
se caracteriza por pisar poco por el centro educativo de sus hijos.
Sin
embargo, reconozco que en mi caso no es exactamente así. Vale, voy poco al cole
y no me veréis haciendo cola para recoger a mis retoños a la salida de clase
pero como soy de provincias- y aquí nos
conocemos todos- con algunas de esas madres, padres y profes he compartido otro
tipo de colas frente a las puertas de algún garito nocturno en nuestra etapa
juvenil de la ya extinta movida cacereña y eso, quieras que no, une mucho y
sirve para que algunas buenas amigas más avispadas y mejores madres que yo me
guarden un sitio en la primera fila. A veces, en la función de Navidad, con
todos nuestros hijos vestidos de pastores, las miro y me parece que de un
momento a otro en vez del “Belén, campanas de Belén” los niños
se van a arrancar por el Last Christmas mientras que nosotras
nos transfiguramos en adolescentes de pelo cardado bailando bajo la bola de
espejos de Plató…
En fin, dejemos
el flash-back y volvamos a lo nuestro. Estábamos en que habíamos llegado a la
fiesta y ya estábamos sentadas. Debéis saber que las
malas madres apenas tienen tiempo para ensayar con sus hijos previamente ( y a
veces casi ni para preguntar por la canción que bailarán…) por lo que estas
actuaciones tienen para nosotras un ingrediente sorpresa muy emocionante. Y ahí estaba yo, ilusionada tras tres cursos sin verlos actuar, cuando empiezan a sonar
los acordes de la música y…¡¡¡La primera en la frente!!! Tras declarar como una
buena malamadre tanto en privado como en este blog que odio los Cantajuegos, mi
benjamín se sube al escenario con todos sus compañeros para bailar como un
desaforado ¡¡¡Soy una taza y una tetera!!! Reconozco que tras el descoloque
inicial enseguida se me cayó la baba con Tomasito y hasta por un momento me
entraron ganas de hacerme unas trenzas, pintarme unas pecas y ponerme un peto
vaquero pero se me pasaron cuando hizo su aparición el curso del mediano y
bailaron un rock and roll de mi añorado
Miliki. Sigo siendo muy de los payasos de la tele, snif. Me duró poco la
nostalgia porque, un par de actuaciones después, la clase del mayor se lanzó a
emular a un tal Abraham Mateo del que desconocía su existencia pero que debe
hacer furor entre los preadolescentes.
Emocionada, embobada, con la baba caída y
fantaseando con la idea de hacerme manager de alguno de los tres para recorrer
los escenarios de la provincia, así es como me sentí yo y como se sienten, al fin y al cabo, las malas madres cuando
van a las fiestas de fin de curso y supongo que no hay mucha diferencia con los sentimientos de las buenas
madres porque las buenas, las malas, la madre de la Pantoja, la propia Pantoja
y hasta Chabelita son simplemente eso: “madres”
orgullosas de sus polluelos aunque desafinen o bailen como un pato en estas fiestas sean de Fin o de Gin de curso.
Feliz fin de curso y que las vacaciones os sean
leves…
:
Buenísimo como siempre María, o, perdón, malamadre!
ResponderEliminarCómo me he reído!
¡Gracias, Ana! Es todo un honor que te rías con mis ocurrencias de malamadre de provincias
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