Por fin mi
alocada vida me ha dado un respiro tras más de un mes de abandono blogueril y, como lo prometido es deuda, aprovecho este ratito mientras que la tribu
campa a sus anchas por el patio de mi casa (que es particular) para
contaros algunas impresiones de mis aventuras por tierras niponas.
Los amigos me
preguntan ¿qué tal te ha ido en Japón? y yo contesto: “Pues, como si hubiera pasado 10 días en otro
planeta”. Y es que la tierra
del sushi y el shake no es Marte pero es muuuy diferente a España y cuando vas
allí te das cuenta de que de su cultura apenas conocemos eso: el sushi y el
shake. Además, para una madre de provincias la apabullante belleza de la isla
de Hokkaido, la inmensidad urbana de Tokyo, las cien mil reverencias que te
hacen los cienmil empleados de cualquier gasolinera o un viaje en metro a
última hora de la noche esquivando las cabezadas que pretenden dar sobre tu
hombro cienes de ejecutivos de maletín atiborrados de cervezas pueden acabar
sobrepasándote… Y pensar que hace un año era yo la que me reía en un artículo que me publicó el Periódico Extremadura de lo provincianos que eran mis hijos cuando tras un
viaje a la capital de España uno de ellos me espetó: "Mamá,
he cruzado más pasos de peatones en un solo día en Madrid que en un mes en
Cáceres". ¡Si los llevo al cruce
de Shibuya les da un jamacuco!
En fin, vamos a lo que vamos que es el tema maternal. Antes
de nada que quede claro que lo que os voy a contar sobre cómo crían los
japoneses a sus hijos es una apreciación
muy personal y que tal vez no coincida totalmente con la realidad. Han sido
pocos días y he ido sin niños aunque en este batiburrillo de impresiones
incluyo la experiencia de mi hermano y mi cuñada que sí que han
pasado allí unos cuantos meses con sus dos peques y las interviús informales
que he hecho a una futura mamá española
residente en Sapporo y a toda japonesa con un mínimo dominio del inglés que
se ha puesto a tiro. Deformación profesional, qué le vamos a hacer…
La conclusión es que hay cinco grandes diferencias respecto
a España en las condiciones que ofrece Japón para criar a los hijos y en su
manera de educar. En unas salen ganando ellos y en otras nosotros. Os invito a que las conozcáis.
SEGURIDAD. Japón
es un país muy seguro. Vale, existe la Yakuza y si te portas mal te cortan los
dedos pero la delincuencia común la tienen a raya y te puedes olvidar un ipad
durante un par de horas en la sala de espera de un aeropuerto sin temor a que
nadie se lo lleve. Tranquilo, cuando vuelvas seguirá allí. Esa seguridad
facilita la crianza, la vida en familia y consigue, por ejemplo, que los niños
vayan solos al cole desde muy pequeños. Es más, muchos de ellos…¡Viajan solos en el metro desde los seis
años! Si te dejas el coche abierto no pasa nada y te puedes tomar un café tranquilamente en
el transitado centro de Tokyo sin aferrarte al bolso como una lapa. Anda,
probad a hacer eso en la Plaza Mayor de Madrid…
Esto de la seguridad es algo que ya
me impresionó cuando lo vi allí pero que no he valorado de verdad hasta la
noche en que, tras abandonar el sol naciente, regresé a mi hogar cacereño de
poniente y me encontré con que un chorizo de poca monta me había destrozado la
puerta de la cocina para llevarse, entre otras cosas de más valor, unos huesos de jamón del frigorífico y un
bote de colonia Nenuco. Ya veis, regreso a España, desazón, mucha rabia y mucha
envidia de los nipones.
Primera
diferencia y primer gran punto a favor de Japón.
CONCILIACIÓN. Sin
embargo, no todo es de color flor de cerezo. En cuestiones de conciliación les
queda mucho camino por andar. Es cierto que en la mayor parte de las ciudades
disponen de guarderías abiertas los
siete días de la semana y ¡¡¡durante 24 horas!!! Algo así como si fuera un
pequeño internado para bebés lo cual, desde mi punto de vista de madre gallina,
no mola mucho y me parece un poco cruel para madres y bebés.
El servicio doméstico está restringido a unas pocas
familias de clase alta porque los salarios son altísimos y hasta ahora ha estado prohibida por ley la contratación de extranjeros
como empleados de hogar, una medida que podría derogarse, según contaba el diario El Mundo, porque el Gobierno está realmente
preocupado con la bajada de productividad que supone que una gran mayoría de las japonesas dejen de trabajar cuando
deciden ser madres. Con lo cual de conciliación cero patatero: o trabajas o eres madre. Apenas hay
opción y por eso el Índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) fue
en 2012 de 1,41, muy por debajo del 2,1 necesario para garantizar una pirámide
de población estable. Claro que en España andamos incluso peor con un índice de
1,38 hijos por mujer… Por lo menos los
japoneses acaban de anunciar un plan de apoyo a las familias numerosas que presentarán a finales de junio porque después de décadas de pasar del tema se han dado
cuenta de que es crucial para el impulso económico del país aumentar la
natalidad y a la vez no echar a perder el talento profesional de las mujeres. A ver si por aquí tomamos nota y nuestro
Gobierno empieza a concretar en algo real los anuncios de apoyo a las familias en
materia fiscal porque hasta ahora plantearse tener más de un hijo en este país
es toda una heroicidad (o una locura, según se mire…)
Otro asunto es la poca corresponsabilidad: Los hombres japoneses apenas colaboran con las tareas del hogar y la
crianza. En algunos casos es por una cuestión cultural (son conservadores y
muy tradicionales) pero la mayoría de las veces la cruda realidad es que,
aunque quisieran, en las grandes ciudades no tienen tiempo material para ello:
se montan en un metro poco después del amanecer y no regresan a casa hasta las
10 o las 11 de la noche, eso cuando no se quedan a dormir en un hotel cápsula
porque apenas les quedan 3 o 4 horas para estar de nuevo delante del ordenador.
Las jornadas laborales son largas y no
terminan cuando se sale de la oficina porque lo habitual es acompañar
diariamente y obligatoriamente al sensei (el
jefe) a tomar unas cervezas. Doy
fe de que los vagones de metro a partir de las 9 o 10 de la noche de cualquier día
de la semana apestan a alcohol. Patético. Vamos, como para llegar y ponerse a
bañar al niño.
En España
es difícil conciliar pero en Japón es prácticamente imposible. Minipunto
para nosotros.
EDUCACIÓN. “Conseguir
que tu hijo estudie en el mejor colegio que le abrirá las puertas del mejor
instituto y que a su vez facilitará el acceso a la mejor universidad de cuyos
titulados se nutren las mejores multinacionales” ese es el mantra que se
repiten cada noche los padres japoneses cuando acuestan a sus retoños. La educación es algo absolutamente
prioritario y muchos de los regalos que reciben los niños de sus familiares son
aportaciones económicas a una cuenta corriente destinada a sus estudios. En
Japón se deja poco espacio a la improvisación y esas veleidades de los niños
españoles que quieren ser bomberos, policías o futbolistas no tienen cabida
allí. Ellos planifican desde los 6 años cual es la profesión que va a tener el
niño cuando crezca ( y no creo que sea el propio niño el que la elija…)
Cuando empiezan la educación primaria hacen una
fiesta y les regalan una cartera que suele costar unos 100 dólares. Es cara pero es de cuero del güeno y les tiene que durar hasta que
lleguen al Instituto (vamos que la amortizan). Es grande porque los programas
educativos son muy exigentes y hay que llenarla de libros.
La educación es obligatoria para los niveles de primaria y secundaria con muchos centros públicos y prácticamente
todos los alumnos pasan al bachillerato, el cual es
voluntario, y casi la mitad de la población tiene una
titulación universitaria. Apenas tienen 2 o 3 semanas de vacaciones escolares
allá por el mes de marzo aunque celebran varias festividades a lo largo del
año.
Las madres son
las encargadas de supervisar que este plan educativo se cumpla a rajatabla y
ello implica todo: desde revisar los deberes hasta preparar un almuerzo equilibrado con un diseño original y divertido con
las caras de Doraemon o de ¡¡¡Obama!!! que invite a sus hijos a comer sano.
Echádle un vistazo a este video que vais a flipar. Si en este cole ven los sándwiches resecos de malamadre que se comen
mis hijos en el recreo fijo que me quitan la custodia.
Así visto parece un sistema perfecto pero hace aguas
en un flanco muy importante: el aprendizaje de idiomas extranjeros. Vale
que tiene que ser difícil aprender bien el japonés y de hecho, según me contaba
mi hermano, hasta los 15 o 16 años no conocen el suficiente número de kanjis
para poder leer el periódico. Claro, que en España hay alguno de 40 que no es
capaz de procesar ni los titulares del ¡Hola! pero nuestra Ana Botella sería
considerada bilingüe al lado de algunos ejemplares del personal de información
del aeropuerto de Tokyo.
Aunque no me
gusta eso de planificarles la vida a los hijos sin dejarles elección reconozco que educativamente están por encima de nosotros
y que en el polémico informe PISA nos superarían en casi todo pero, eso sí, en
España pronunciamos mejor relaxing cup. Un
punto para Japón y one minipoint para España.
OCIO A pesar de que no exista la conciliación laboral lo
cierto es que los niños son los grandes protagonistas en la sociedad japonesa. Kodomo no hi (こどもの日, Día de los niños) es una fiesta nacional japonesa que tiene lugar el 5 de mayo. En este día se respeta la personalidad de
los niños y se celebra su felicidad. Las familias izan cometas koinobori en forma de carpa y las puedes encontrar por
todas partes. Las venden hasta en los supermercados en los días previos a la
celebración y, por supuesto, me traje una de regalo para mi tribu.
Esto de la fiesta
no es una pose porque la verdad es que no hay actividad de ocio que no
contemple la presencia de los niños y, por ejemplo, puedes ver tranquilamente un partido de baloncesto o de beisbol
(deporte rey en Japón) mientras que tus hijos están en una guardería que ha
organizado el club deportivo de turno jugando
o pintando.
Los niños son bien recibidos en bares y restaurantes aunque hay
que tener cuidado a la hora de elegir porque en la mayoría de ellos se puede
fumar. Paradojas de este país y gran peso de las empresas tabaqueras: está
prohibido darle al pitillo al aire libre en muchas calles del centro de las
ciudades pero en los bares puedes fumar como un carretero.
También hay otro
punto a su favor: La naturaleza es algo fundamental para la filosofía Zen y por
eso los parques son numerosos, muy bien cuidados y con todo tipo de juegos
infantiles. La oferta de ocio es enorme y los museos interactivos y parques
temáticos impresionantes.
Punto rotundo para el sol naciente.
FELICIDAD Es muy difícil sino imposible saber si otra
persona, en este caso otro país, es más o menos feliz que tú. Son apreciaciones
muy muuuy subjetivas. A mi juicio los
japoneses son felices porque la mayoría no se plantea hacer nada más que lo que
ya hace ni desear más que comprar como un descosido en un centro comercial (y
para eso tienen shoppings a porrillo y dinero en los bolsillos).
El sintoísmo y
el budismo ayudan pero en estos tiempos de descreimiento (también en el sol
naciente) creo que lo que les vale es que cumplen
con lo que se espera de ellos y eso les da estabilidad y seguridad de estar
haciendo lo correcto, lo cual también es una clase de felicidad. Pero a la
vez, sobre todo en el sexo masculino, me
dan la sensación de estar algo alienados y programados mecánicamente en una
lucha perpetua entre el peso de la tradición y los nuevos tiempos sin saber
aún cual es su lugar en una sociedad en constante cambio.
Sin embargo, esta sensación no
la he tenido al tratar con japonesas. Las
mujeres son más abiertas, se las ve disfrutar más de todo y son espontáneas y
lanzadas a la hora de comunicarse y chapurrear las cuatro palabras de
inglés que saben con tal de iniciar una conversación mientras compartes un onsen (los maravillosos baños termales
al aire libre).
Puede que esa flexibilidad las haga más felices y creo que las claves para educar a una nueva
generación y afrontar los cambios que vienen las tienen ellas y en eso no se diferencian mucho de
nosotras, las madres españolitas que preparamos tortilla de patatas en vez
de sushi pero que seguimos intentando cambiar muchos usos y costumbres.
Punto para ellas,
punto para nosotras y empate final. Japón
y España: Tan lejos, tan cerca.
Enhorabuena María. Interesantísimo artículo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado
ResponderEliminarHola María: Me encantó aprender y confirmar conceptos de la educación nipona para sus hijos. Admirables los principios en que sustentan su formación, logrando una sociedad en armonía y la felicidad como pueblo civilizado y espiritual. Valioso su aporte. Bendiciones desde Colombia, donde la distancia frente a la cutura japonesa es muy grande y con consecuencias de inestabilidad y desequilibrio en la convivencia justa y satisfactoria. Bendiciones.
ResponderEliminarLina Rosa, muchas gracias por entrar en el blog y por tu comentario. Sería superinteresante conocer detalles de la educación colombiana. Aunque en España y en Colombia tenemos una base cultural común, seguro que hay muchos aspectos que nos sorprenderían y de los que podríamos aprender mutuamente.Un abrazo.
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