Cuando la madre de provincias se va a otra provincia



Cuando la madre de provincias viaja por trabajo a otra provincia es como si se fuera a Nueva York, al Caribe o a un safari en Kenia. Aunque sólo se pase una noche fuera de casa cualquier “excursión” laboral exige una preparación de la logística doméstica igual o superior a la de un mariscal de las Guerras Napoleónicas. Hay que dejar planificado hasta el color de los calcetines que se pondrán los niños al día siguiente y, por supuesto, decidido quien los llevará o los recogerá del cole porque la Ley de Murphy suele cumplirse y la empleada-ángel de la guarda doméstica puede estar ese día de médicos y el padre de las criaturas en una reunión interminable. Si esto sucede no queda otra que poner el modo abuelos on (o el modo tíos o el modo vecina...).

Al cuidador finalmente elegido hay que dejarle a mano un resumen esquemático de las actividades extraescolares, cumpleaños varios y demás asuntos de la intensa agenda infantil (a veces tengo la sensación de ser más la secretaria de mis hijos que su madre). Una vez que has hecho todo esto te quedan veinte minutos escasos para meter en la maleta el pijama, la muda, el cepillo de dientes y el modelito que precipitadamente has elegido para presentar ese acto que tienes en otra provincia, leer por última vez el guión y pensar que no tiene gracia lo que has escrito pero que, bueno, ya lo reharás en las cinco o seis horas de coche que te quedan por delante…

Porque esa es otra, cuando vives en provincias lo del glamour de la madre trabajadora que se sube al avión o al AVE mientras unos niños monísimos le dicen adiós es sólo una imagen utópica que vemos en las pelis o en los blogs de las madres de la capital. Las de la periferia viajamos en coche, en Auto-Res o, como mucho, en un tren vintage que tarda cuatro largas horas en recorrer los 300 kilómetros que hay entre Cáceres y Madrid.

Pero, a pesar de todo lo anterior, cuando la madre de provincias viaja por trabajo a otra provincia también disfruta casi tanto como si su destino fuera Nueva York, el Caribe o un safari en Kenia. Aunque ya salgas de casa estresada, pases seis horas en un automóvil y acabes con calambres en las piernas con claros síntomas de sufrir el síndrome de la clase “turismo” (que no turista), el hecho de tener por delante una carretera, una ciudad por conocer o por revisitar y un hotel en el que no hay ni que bañar niños ni preparar cenas ya te proporciona suficiente novelería. Aunque la apretada agenda de tu periplo laboral por una ciudad que no es la tuya apenas te deje cinco minutos libres para ver la Torre de Hércules desde un coche en marcha, merece la pena cortar por unas horas con la rutina maternal.

Les echo mucho de menos, pienso continuamente en ellos, llamo a casa varias veces aunque sólo pase fuera 24 horas y estoy deseando volver a verles…pero, seamos sinceros, los viajes de trabajo de las madres saben a un poquito a vacaciones.

CONVERSATION

1 comentarios:

  1. Y desde luego serían mejores si, como dices, tuviésemos los mismos privilegios que las madres de capital. Las únicas dos veces que he tenido que ir a Madrid en autobús ha sido una odisea y con unos horarios que mejor ni comentarlos.

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