Los malos padres se van de vacaciones… ¡sin niños!


Escribo apresuradamente estas líneas entre maletas, bolsas de viaje, mochilas y pasaportes ¡Nos vamos de vacaciones de Semana Santa! Nos vamos sí, pero solo la #malamadre y el #buenpadre, que en esta ocasión y sin que sirva de precedente deja su apelativo bondadoso para ponerse el mundo por montera y ser tan #malpadre como una servidora. Por primera vez desde que somos familia numerosa vamos a viajar ¡¡¡los dos solos!!! mientras que la tribu se queda en la provincia al cuidado de los #buenosabuelos y de los aún más buenos cuñados, que no contentos con tener toda una tribu propia adoptan generosamente por unos días a la nuestra.

Son las ventajas de pertenecer a un clan, el privilegio de tener una red en la que apoyarse no sólo para viajar (que es algo muuuy puntual) sino para trabajar, para educar, para conciliar… en definitiva para poder criar a nuestros hijos. Encima, no contentos con echar mano casi a diario de la familia de aquí en esta ocasión también tiramos de la que está más lejos porque este viaje no sería posible si no estuviera otro miembro de la parentela viviendo en el país del sol naciente.

Así es que aprovechamos la coyuntura para ir a visitar a mi hermano Piti y meternos de okupas en su Bed and Breakfast privado en Sapporo, la ciudad japonesa donde el mítico esquiador Paquito Fernández Ochoa ganó su oro olímpico en los años 70 y donde ahora un #buenpadre de provincias y profesional como la copa de un pino se ha convertido en el primer entrenador de baloncesto español que ficha por un equipo japonés de la máxima categoría: el Levanga Hokkaido. Así es que allá vamos a darle un poquito de ese calor familiar que tanto echa de menos (sobre todo ahora que sus peques y su chica ya han regresado a España) y a comernos tranquilamente unos sushis con unas cervezas Sapporo sin tener que preparar después colacaos, baños y cenas.

Confieso que siento que se me encoge un poquito el corazón cuando los pequeños indios de mi tribu me dicen que me van a echar de menos aunque estoy segura de que cuando la líen parda con el enjambre de primos no pensarán tanto en nosotros. Yo también me acordaré de ellos continuamente pero reconozco que disfrutaré por una vez de la sensación de ir ligera de equipaje con la tranquilidad de que la tribu está en buenas manos. Por lo que no me queda más que decir:

Sayonara, babies!
Konichiwá, brother!

PD: Prometo post reportajeado de la aventura a la vuelta

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2 comentarios:

  1. Yo de momento me llevo a Peque a todas partes, pero imagino que cuando sean dos y algo más mayores, también haré viajes en plan "tortolitos", que creo que es necesario.

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